Objeto de numerosos reportajes, esta pequeña localidad amenazada desde hace décadas por la expansión del puerto de Amberes, en el norte de Bélgica, se ha convertido en el símbolo de la insumisión a la expansión industrial a la que se sometieron otros pueblos, del lado derecho del río Escaut, extirpardos del mapa a golpe de expropiaciones.
De los 1 700 habitantes con los que contaba en los años 70, hoy, sólo una treintena sigue ocupando esta localidad que ha ido desvaneciéndose hasta que el arte callejero vino a insuflar un último aliento de resistencia.
La habitabilidad de Doel ha sido objeto de una batalla a fuego lento desde los años noventa. En 1995, las autoridades flamencas pusieron en marcha el proyecto de extensión de las vías navegables y la ampliación de la cuenta del puerto de Amberes (Deurganckdok). La batalla judicial contra las expropiaciones y la catalogación del pueblo como “zona industrial” llevó a la constitución de un comité de acción “Doel 2020” en la que participaron numerosas personalidades de Flandes como el exsenador Ferdinand De Bondt o el cineasta Frank Van Passel.
El primer puerto químico de Europa (BASF, Monsanto…) y puerta de entrada del comercio internacional en Europa proyectaba la creación del conocido como Saeftinghedok, una superficie de más de 1 000 hectáreas para acoger a más contenedores. Desde los años 90, la dirección del puerto intenta expropiar a los habitantes de Doel que, hasta ahora, han conseguido mantener que el pueblo sea considerado “zona habitable”.
“Doel, pueblo habitado. Respeten a sus habitantes. Está prohibido entrar y dañar las casas”, previene un cartel a la entrada del pueblo.
La mayoría de las casas están precintadas, las puertas y ventanas tapiadas. Solo una docena siguen habitadas. Cerca del viejo molino, una de ellas previene con otro letrero: “!Vivimos aquí, nunca nos iremos de Doel, antes tendrán que pasar por encima de nuestros cadáveres!”. Un grito que contrasta con el ambiente fantasmagórico del pueblo reavivado en ciertas épocas por la presencia de ocupas. Los efectos del clima y la intemperie han degradado muchas casas que, a principios del milenio, fueron ocupadas ilegalmente, situación tolerada durante un tiempo por la comuna de Beveren.
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