La detención del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y la multiplicación del número de candidatos, hasta ahora 16 confirmados, hacen de las elecciones presidenciales de octubre próximo en Brasil las más imprevisibles desde que el país recuperó la democracia en 1985.
“La prisión del líder en todos los sondeos de intención de voto y la incertidumbre sobre si podrá disputar las elecciones incentiva a otros candidatos y fragmenta aún más un escenario electoral que ya era complicado”, dijo a Efe Michael Mohallem, especialista en ciencia política de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
Además de los 16 aspirantes que ya fueron oficialmente presentados como precandidatos, aún hay formaciones que no han definido sus aspirantes, incluso el propio partido en el Gobierno, el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) del presidente Michel Temer, y tienen plazo hasta agosto para hacerlo.
“Todo eso hace totalmente imprevisible el resultado de las elecciones. En los últimos 24 años las elecciones estuvieron polarizadas por dos partidos, que se turnaron en la Presidencia, pero ahora ni esas dos formaciones parecen fuertes”, dijo Mohallem.
El Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) venció en 1994 y 1998 con Fernando Henrique Carodoso y el Partido de los Trabajadores (PT) en 2002, 2006, 2010 y 2016, las dos primeras con Lula y las dos siguientes con su ahijada política, Dilma Rousseff.
En las seis últimas elecciones el PSDB y el PT se dividieron los dos candidatos más votados y prácticamente no tenían rivales.
Las elecciones de 2018 se aproximan por su grado de imprevisibilidad a las de 1989, las primeras después del fin de la dictadura militar (1964-1985) y en las que un sorprendente Fernando Collor venció en segunda vuelta a Lula cuando igualmente había un elevado número de candidatos. Pese a que el PT ha dicho que mantendrá la candidatura de Lula incluso con su aspirante en la cárcel, la formación aún tiene el desafío de inscribirlo debido a que legalmente está inhabilitado.
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